jueves, 17 de septiembre de 2015

Tonto pero intenso...

Hacía frío, aun te siento cuando me despierto y no atino a acurrucarme con nada más que  con lo primero que cojo, una sudadera raída por el tiempo, un jersey que no conjunta con el resto de ropa que llevo, todo me da igual cuando estoy en proceso de cambios, todo parece turbio y me aturde, porque todo parece carecer de sentido y busco esa chispa que a veces de repente desaparece como cuando acontece un apagón de luz en la ciudad, sin previo aviso.

Más de una hora de camino entre la espesa niebla, el mismo paisaje, las mismas paradas, los mismos pasajeros de siempre, solo han pasado los años. Todo es igual, como de costumbre y eso no me gusta, así que me introduje en la más profunda esencia de la jornada para buscar qué podría merecer realmente la pena en un día tan “tonto” como hoy.

Allí estaba, zigzagueando entre la larga cola de jóvenes italianos que probablemente venían de intercambio, ¿o eran franceses? Me repele estudiar idiomas pero en momentos como los de hoy siento impotencia de no saber comunicarme con el resto del mundo.  Se bajaba en la misma parada que yo, pero como era su primera vez la noté insegura. La invité a bajar conmigo y acompañarla, nunca es agradable ir a revisiones médicas, aunque las dos íbamos solas, total, nunca dejan entrar a nadie. Madrileña, con un bulto en el pecho que tenían que mirar de nuevo porque no lo tenían claro, ya no le quedaba familia en la capital de España más que apenas unos sobrinos con los que no tenía contacto. Vivía con su marido y sus hijos, uno de cuarenta y otro de treinta y tres que ya se habían independizado. No echaba de menos sus raíces, la gran urbe había cambiado mucho me contaba. Mi marido es de la Latina, pero ya no es lo que era. Todo eso me contó hasta que yo llegué a mi puerta y le indiqué donde era la suya. Esta mañana había una cola enorme, nos llamaban como siempre, por número de historial, pero hoy era diferente. Mi ats estaba de baja, dos vértebras rotas por colocar unos maceteros en su terraza, pobre Lola. Así que mientras procedían a observarme le hice a la sustituta un resumen de mi vida actual y se pasó todo el rato sonriendo. Ellas no tienen prisa aunque sepan que hay una larga espera, aun quedan profesionales con una capacidad  humana increíble a pesar de los recortes en sanidad.

Vive tranquila y feliz, siempre te dicen lo mismo antes de irte, me encanta esa frase, ¡deberían de recetarla! Y todo estupendo, hasta la próxima. Volví a la parada del bus urbano, esta vez había que retornar cruzando a la acera de enfrente, me encanta parecer nueva en la capital porque acabas siendo asesorada por algún  viandante curioso que te quiere ayudar de forma desinteresada. No dejaba de mirarme fijamente a los ojos hasta que me dijo: tú estabas en la misma clínica que yo ¿verdad? ¿Sabes qué? La gente le tiene mucho miedo a los médicos pero te aseguro que son lo mejor. Acaban de operar a mi amiga del cuello del útero y si se le vuelve a reproducir la operan y quién sabe si la dejarán hueca. En esta vida hay que cuidarse. Sin salud no somos nada. Yo no salía de mi asombro, apenas se le veían sus increíbles ojos verde agua. No solo tenía los párpados pintados de negro sino que había dibujado un círculo con la sombra por todo alrededor. Era simplemente diferente pero tan feliz, y eso se percibe. - Oye, tenemos que subir, ya viene, encantada de conocerte y suerte,- me dijo con una voz de lo más amable. La última vez que la miré se adentró a cruzar un parque y la perdí de vista entre los árboles.

Apoyé en el mostrador de mármol la nueva documentación de la asociación.- buenos días, dije. Y una mujer con los labios pintados en fucsia me contestó sonriente, miró el primer folio y gritó a sus compañeros de oficina ¡carpe diem! Chicos esto es una señal. Yo no salía de mi asombro, no dejo de reírme cada vez que lo recuerdo. Acabó contándome que los hombres hoy día estaban muy tristes, que sus colegas de oficio no tenían ánimos de nada, que se les hacía muy pesada la semana laboral y que no miraban el lado positivo de las cosas. Yo seguía rellenando solicitudes por duplicado, siempre se me olvida que todo es doble en la administración, que luego hay que dar fe de que estuviste. Ella seguía con su retahíla de que la vida era maravillosa pero que no sabíamos tomarnos las cosas con alegría y humor. Desde luego que mi propósito de verlo todo hoy con claridad estaba dando resultado. Así que me senté, dejé que el sabor a café embriagase mi espíritu y me deleité con una buena tostada empapada en aceite y tomate natural. Hoy es el día de ir a visitarle, hace años que no paso por allí, las costumbres se pierden y a veces hay que recordar de donde una viene. Tan guapo, tan rebelde, tan suyo, tan moreno, tan sutil, tan humilde, tan TODO.

Y vuelta a sacar la tarjeta de transporte. Aun me siguen preguntando que por qué no tengo coche, supongo que he dado siempre prioridad a otras cosas en mi vida, supongo, aunque yo contesto que me da miedo conducir, que no me lo puedo permitir o que no me llama la atención. De todas formas, me perdería historias que son dignas de contar seguramente y mi atención estaría puesta en el volante. Este es otro debate personal.

El chófer abrió las puertas, apenas dura unos segundos la subida, está todo programado para que lleguen justo a tiempo a las paradas. Ya está todo digitalizado, informatizado, todo se controla. Hay una pantalla que te marca los minutos que faltan para que llegue el medio que esperas y la miras cinco veces en el mismo segundo creyendo que es imposible que tenga tanta exactitud. Era una señora mayor, andaba demasiado lenta con su bastón, imposible, no llegaba, los usuarios se dieron cuenta y comenzaron a gritar al conductor que ya cerraba y emprendía la marcha. Gritaban de nuevo, ahora más fuerte, yo observaba a la mujer desde mi ventana que intentaba en vano ir algo más de prisa. Una viandante la agarró de la mano y la ayudó a alcanzar la acera y llegar por fin hasta la puerta. El funcionario no tuvo más que dar un frenazo en seco, volver a pulsar el botón y esperar que la señora consiguiera estar entre nosotros. Menudo instante de solidaridad ante mis ojos que no cesó hasta que varias personas consiguieron sentar a la anciana y colocarle su bastón sobre las piernas. Ella dio las gracias casi sin aliento y sonrió.

Casi llegando a mi destino, un señor de nacionalidad magrebí asentía escuchando a una señora mientras ésta le contaba la pena que estaba sintiendo estos días por la huida de los refugiados sirios. Pobres personas, tenemos que ayudarlos, y se lo decía a él, a quien yo miraba imaginando como habría sido su camino hasta nuestro país, su país, el país de todos, de este lugar del que nos creemos dueños sin ser nadie, donde no somos nada en el infinito universo que nos rodea y seguimos intentando sobresalir por encima del resto y mirándonos los hombros.

Hoy, de esos días “tontos” me quedo con esta frase:

“ solo cuando tires lo viejo, darás cabida a lo nuevo.
Y lo mismo sucede con nuestras emociones.
Cuando permitas que los sentimientos
Que te han herido salgan de tu vida, la mejor gente
Y los mejores momentos estarán por venir”



Amanda Eslava                       17/09/2015

2 comentarios:

  1. Muchísima suerte en este proyecto tan importante para ti y que se que te encanta!!! Además ayudarás a mucha gente y sobretodo a ti misma. Muaksss muchos besos tkm ^^

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  2. Gracias por acompañarme en el camino... ;)

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