Ya nadie pregunta cómo estás, la cuestión directa es “qué
estás haciendo”, una frase que encierra tantas historias como personas que están en situación de desempleo en este país.
Un grupo de palabras que te mortifican ya para el resto del día y que por
supuesto se suceden una y otra vez dependiendo del número de conocidos que te vayan parando por la calle, enviando
mensajes al móvil o similares.
¿Qué estás haciendo?, ¿Qué haces ahora? Pregunta estrella
de los tiempos que corren; hay veces que ya no sabes qué inventarte porque
simplemente no te apetece contestar por milésima vez: buscando trabajo. Cortos diálogos
que duran lo que al receptor le interesa psicológicamente dependiendo de quién
sea el emisor. No es lo mismo que te atosigue la cotilla del barrio de tu
pueblo a que te escriba o te llame una buena amiga o amigo y te pegues horas al
teléfono, charlando por internet o delante de un buen café.
A veces me pregunto dónde quedó el ¿cómo estás?, el ¿quieres
tomar algo? o tal vez el ansiado ¿quieres que nos veamos el sábado y charlamos
un rato?
A los parados de este país no nos importa decir una y mil
veces estamos buscando empleo, lo que molesta son las intenciones con las que se
pregunte: curiosidad, cotilleo, competencia, mal de muchos consuelos de tontos,
etc. etc. etc. No, no me acostumbro a dar explicaciones, no me gustan, así que
como todos, intento subsanar la situación sin caer en pesimismos varios del que
no llora no mama, del pararme con el empresario de turno y lamentarle mi
situación. No, no tengo ganas ni tiempo de contemplaciones, es hora de seguir
caminando en el arduo sendero del desamparo social, político y económico al que
nos están sometiendo. Y digo están y lo seguiré diciendo porque lo que si tengo
claro es que no nos hemos metido solos en esta situación que hace vibrar a todo
un país en la desolación y que siguen algunos contestando que <algo ya se va
moviendo>, menudos ineptos. Por supuesto no solo sufrimos los que estamos en
las largas y negras listas del Inem de nuevo sino que aquel que tenía un puesto
“ fijo” sufre recortes desde dentro y fuera de su empresa, ellos son a los que
los demás señalan de que “ tienes que darle gracias a Dios” sin dejarles derecho
siquiera al patealeo. Conclusión: aquí vamos todos en el mismo lote con mejores
o peores condiciones, todos naufragamos a la deriva buscando algo que nos lleve
hasta la orilla. Currantes activos o no, tenemos una misión actual, sobrevivir.
Hoy veía en televisión a Pablo Iglesias alzar las manos en
alto y comprendía por qué van a arrasar en España. Ya pasó en otros tiempos de
la historia, desgraciadamente con la derecha y en otras condiciones
democráticas. Podía haber sido otro líder y con otra estrategia política pero
ha sido él el que sin duda atrae a masas disconformes y apaleadas de la
sociedad en toda su dimensión, sin distinciones de edad ni sexo. Podemos llama
a los irresponsables de este país la casta, yo simplemente no les encuentro
apelativo. He dejado de creer en la política y en el nuevo nacimiento de “salvadores”,
y es que como leí hace poco días en las redes sociales, cambiamos de pastor
pero seguimos siendo ovejas. Y no digo que no les vaya a votar, a ellos o a
otra fuerza política de izquierdas, siempre bromeo con mi pasado y digo que “fui
catequista y del pp y ahora puta y comunista” ( sin strictu sensu) y por supuesto no me avergüenzo,
aprendí muy mucho a saber diferenciarme de los demás para construir mi propia
personalidad. Pero volviendo a la casta de Iglesias, para mí no tienen nombre aquellos que te hacen sentir
culpable de gastar unos veinte euros en fotocopias de curriculum, datos
personales que tienes que resumir para que una empresa te lo recoja, dejando tu
formación, por la que tanto has luchado, en la que tanto tiempo y dinero has
invertido tú y tus padres en la más mísera de las frases, cuatro siglas y sin
especificar, a quién le interesa. No tienen nombre aquellos por los que has
recorrido calles andando kilómetros con el callejero buscando dónde pedir una
oportunidad, e irte satisfecha a casa porque en dos conocidas cadenas de comida
rápida te han recogido la documentación y le han puesto la fecha. ¡¡Qué bien!! ¡¡Hoy
ha sido un buen día!
Maldito el momento en el que os sentáis alrededor de una
mesa, con vuestros trajes de chaqueta pagados por todos, ataviados con vuestras
botellas de mineral para no deshidrataros en charlas de veinte minutos donde firmáis
acuerdos a favor de los bancos y de los empresarios. Salvar a los grandes para
que se sigan comiendo al pequeño. Estómagos
con desayunos con facturas al Estado y buenos coches blindados, seguridad y
primera clase, carteras de piel y corbatas que encierran las marcas de la vergüenza.
Esa es la cruda realidad que ya no me atrevo a imaginar que va a cambiar sin
que me den arcadas.
Ahora se ha puesto de moda en las entrevistas que aceptes pagarte
tu seguro social, que te des de alta como autónomo (soltar dinero para trabajar,
qué absurdo) o simplemente se creen que eres omnipotente y que en tres horas al
día vas a solucionar los problemas internos de la empresa a los que debes de
enfrentarte por el risorio sueldo que te ofrecen. Se permiten además hacer tus
propias cuentas personales.
< Mira, creo que
con lo que te ofrezco tienes incluso para una habitación de alquiler ya que estarías
lejos de casa>. E imaginas tu cara desencajada haciendo números en décimas
de segundos pensando si te queda algo para comer o comprarte unos pantalones. Sencillamente,
impotencia es lo que te recorre las entrañas con ganas de salir de allí
corriendo sin mirar atrás pensando para colmo que creerán que no quieres
trabajar porque has rechazado un trabajo ¡oh Dios! Otro trabajo al que digo NO!
¿En qué me estoy convirtiendo? Y te vas a casa sintiéndote culpable por unos
días hasta que se te olvida porque nadie te ha llamado reconsiderando la situación
y ofreciéndote algo más, ¿por qué? Porque siempre hay alguien detrás que diga
que si, si a la explotación laboral, a la pérdida de dignidad o por desgracia alguien
que atienda exclusivamente a la desesperación personal por la que atraviesa. Esta
situación es la que los políticos llaman “Ya se está moviendo la cosa”:
trabajos precarios, entrevistas frustrantes, explotación y vejación laboral,
recortes en tu formación para colar en algún puesto temporal, silencios y
miedos, desolación y soledad, ansiedad… pero sobre todo lucha y sacrificio que
es lo que nos hace más fuerte. Muchos se fueron, tachados de aventureros, otros
nos quedamos, ahora nos dirán que no queremos trabajar y que todo se está
moviendo porque han inventado las ayudas de empleo a mayores y menores de
treinta años. Ayudas que son maquillaje de la realidad, como si solo existieran
parados en esos parámetros de edad, que acercándose las elecciones son acogidas
de buen grado para olvidar lo que llevamos pasado con un medio sueldecito que
llevar a casa. Ayudas para las que hay que reunir unos requisitos mínimos,
sobre todo haber estado un año agonizando en el paro, fíjense, a recoger el
premio en la meta de los 365 días sin un atisbo de esperanza. ¡¡Llegaron los
libertadores!! Como los Magos tirando caramelos que luego nos dejarán el
agridulce de vuelve usted a la calle.
Esto no es la solución y lo saben, quién, no lo sé, qué se
debe hacer, lo desconozco, yo no promulgo sus puestos de altos cargos, para eso
tienen una responsabilidad los políticos de este país, en los que tristemente
hemos confiado. Y por supuesto jamás les perdonaré el suplicio de tener que hacer
la maleta con el corazón en un puño, dejar parte de tu vida atrás y volver al
punto de partida. Eso, no está pagado con nada. Seguid robando ilusiones,
sueños y esperanzas, seguid mangando a puño abierto las libertades de los
ciudadanos que humildemente se ganan un jornal, seguid poniendo límites a
nuestros caminos laborales, esos que no nos dejan crecer profesionalmente,
seguid empujándonos de la valla cuando casi alcanzamos un mínimo de bienestar
para que caigamos al suelo heridos a la sinrazón…seguid apuñalando nuestras
ganas de trabajar sin que nos dejéis avanzar. No vamos a tumbarnos, ni siquiera
arrodillarnos.
Desde donde estemos, desde donde vivamos, desde donde podamos,
seremos mejores soldados en esta cruzada en la que nos han metido sin estar
entrenados para recorrer el duro campo de batalla. Ahora, es momento de seguir
en guardia y seguir formándonos, de alzar los escudos de la sabiduría, de
empuñar las lanzas de las letras, esa es la verdadera guerra, la de la cultura
y la educación, con ellas podremos cambiar el Mundo, aunque yo no lo vea…
Carpe Diem
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