viernes, 15 de agosto de 2014

Eclipse de una Manifestación...


“A todas aquellas personas que piensan que las movilizaciones ciudadanas no sirven para nada, para que sus mentes aletargadas no transmitan a sus descendientes el conformismo, sino la lucha en el arduo camino de la vida…”

Todavía hay dudas en la forma en que se originó la manifestación ciudadana en Isla Cristina. Si, Juani, la churrera de Barbate, así la llamamos entre amigos. Charo, una sevillana con segunda residencia en la localidad desde hace años y colegas que cruzamos el puente a diario o sorteamos heces de perro por el centro, indignados, en definitiva con lo que nos rodea y que casualmente la vida nos pone en el mismo camino una tarde cualquiera en cualquier punto de esta castigada España.

Aun recuerdo personas con acentos diferentes preguntando dónde podían dirigirse a protestar o firmar mientras cansados andábamos más de kilómetro y medio desde casa para ir a darnos un baño a las cuatro de la tarde. Confluían en el acceso cortado grupos de turistas y paisanos a cada minuto, eran días de calor y debatiendo con un cabreo monumental, bordeábamos el fango a la vez que los cangrejos se escondían a nuestro paso hasta llegar a zona “segura”.

Algunas caídas por la arena resbaladiza, tropezones en las tablas si te empeñabas en ir por la parte de arriba, calor si transitabas por el carril bici frente al hotel hasta llegar a una entrada más firme, en fin…anécdotas diarias en las que no hubo más remedio que hacernos colegas, y es que a veces se coincide con las mismas personas según la hora en que vayas a disfrutar del mar. Y para qué hablar de aquellos que llegaban en sus coches y tenían que pagar, se volvían a casa. Y no por el dinero, sino por la cantidad de cosas que tenían que portar hasta la orilla, carros de bebe, sombrillas, bolsos con merienda…un desastre si no vives a pie de playa y te dan este tipo de miserables alternativas.

La tarde que supe que se debería hacer algo fue cuando coincidí en el acceso cortado de nuevo con una señora mayor operada de la pierna. Era el único acceso que su extremidad le permitía recorrer, imposible caminar por 600 metros de tablas sin alinear con baches y huecos donde te cabe el pie y otros tantos por la arena seca. Se mojó los tobillos en la marea baja junto al puente, se remojó los brazos y se fue emocionada de la impotencia de perder lo que pensaba iban a ser unas cómodas vacaciones. Dolía, podía ser mi madre, mi abuela, cualquiera de nosotros y eso que no somos de aquí decíamos; pero la solidaridad y la indignación no entiende de trámites administrativos.

Llamé a Juani y ya lo tenía todo organizado. Luego suspendieron el pleno municipal en cuyos aledaños nos hicimos más fuertes y recibimos el siguiente permiso de congregación para el 9 de agosto.

La bandera de Isla Cristina iba de punta a punta de la calle, solo dejaba libre el acerado repleto de cámaras, móviles, y mirones cobardes, curiosos, turistas o ajenos a lo que acontecía en la localidad. Mucha gente faltó, si, como en todas partes. Personas que  trabajan para el gobierno local, personas que tienen a familiares bajo siglas políticas, personas
 “ avisadas” desde lo alto que si se pronunciaban no cobraban, personas, personas…eso digo yo…¿no son personas? Balcones repletos, ventanas, miradas cómplices entre cortinas, no era el viento el que las movía, eran las ansias de salir a la calle y unirse, comprados por un puesto, por un favor, clientelismo político, pérdida de libertad individual.

Sonaban gritos de desesperación, voces que estremecían bajo las letras del himno del carnaval de  Isla, aquel que me contaban que era el pasodoble de una comparsa cada mañana temprano…” porque los isleños son andaluces, no solo están para las fiestas; he visto durante mi estancia aquí, como llegaban los marineros a medio día como zombis por la calle del Carmen de navegar toda la noche por “ el pan pa mi sijos”… Y es que pienso que está bien eso de pedir fuerzas al Supremo y salud, pero hay que pedir derechos a los de carne y hueso por mucha fe que se tenga, a los que se ha votado en democracia para que te permitan que tus descendientes tengan una vida digna. Eso o emigrar.

“Ni temo al viento ni al temporal” . Hay mucho temor en todos los pueblos de nuestra tierra. Nos da pavor decir lo que pensamos y sobre todo nos amedrenta hacer lo que decimos que es más difícil todavía. ¿Hasta cuándo? En nosotros está la clave, en la gente de la calle, basta ya de echar la culpa a los no culpables, ¿qué es la culpa sino un término que exculpa al verdadero culpable?…la culpa no existe, lo que existen son las soluciones, la gente está descontenta, los políticos en los que se confió deben coger las riendas de los asuntos locales. No se puede salir en los medios de comunicación echando tierra a otros, lo fácil es decir “yo no fui”, eso es sacar el libro del santo reproche como me dijo el primer jefe que tuve. Cuando algo sale mal, hay que afrontarlo y buscarle una solución, no buscar el origen del fracaso y crear mal ambiente en la empresa, en este caso entre los vecinos isleños.

Me reafirmo en que todo esto, aunque digan que volverán a salir los mismos, que los votos están comprados, que movilizarse no sirvió de nada, que no se ha conseguido ni un punto de tantos que se denunciaron, creo, sinceramente que ha valido la pena.  Me quedo con los puños en alto pidiendo dignidad y trabajo, con las manos agrietadas de aquellos ancianos que se nos unieron llegando a la Gran Vía aplaudiendo el acto, me quedo con el bebé agitando la bandera, símbolo del futuro del pueblo, me quedo con las gargantas desgarradas de corazón, con las almas sonrientes de los marineros a los que al pasar les rendimos un minuto de silencio, me quedo con el rostro de los que se escondían tras un teléfono para grabar lo que no fueron capaces de vivir, me quedo con aquellos pobres de espíritu que prefirieron un mojito a orillas de la playa en vez de luchar por un mar limpio y una ciudad próspera, me quedo con la señora en silla de ruedas que llevaba su cuidador, me quedo con el orgullo en los ojos de la gente a los que no les llegó la noticia entrando en Las Palmeras, me quedo con que estos ejemplares ya tenían un medicamento inyectado en sus troncos a expensas de que la congregación pasaba por allí, me quedo con esa explanada limpia y la fuente emergiendo como hacía tiempo, me quedo con los amigos que he conocido, con el amor que me ha proporcionado Isla, con la gente que no pudo ir pero sus mejores deseos estaban con nosotros, isleños currantes en la temporada estival de lunes a domingo, me quedo con el valor de las pequeñas cosas, con el agrado de la gente, con la valentía de la mayoría, me quedo con la miradas cómplices de todos los que íbamos cantando sin sabernos las letras, porque como decía, muchos no hemos nacido aquí, pero ya que pasábamos y nos dan la oportunidad de quedarnos, apoyamos al resto.

Y es que navegamos todos en el mismo barco a la deriva, sin rumbo, capitaneados por ladrones de tesoros, por piratas y mercenarios que a saber dónde van a anclar el navío; yo prefiero saltar y llegar a nado a puerto, seguro que encuentro a alguien como ocurrió aquel día a las cuatro de la tarde en el acceso al puente que me deja compartir su tabla de madera y juntos pataleamos hasta la orilla, y si no, preferiremos morir ahogados pero luchando, antes que compartiendo monedas de oro robadas a nuestra gente…

Isla Cristina 15 de Agosto 2014


Carpe Diem




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